Lectura de la obra La Violencia de Alejandro Obregón
La obra presenta claramente está dividida en dos partes, una oscura y otra clara, la oscura tiene predominancia de un color café oscuro y en algunos lugares negro, pero también se vislumbran algunos tonos de café claro que son las que le dan el contorno al cuerpo de una mujer que yace en el piso, que a su vez representa también un grupo de montañas, que hacen parte de la cordillera de los Andes, la cual es aquella se adentra en medio de nuestro país y se eleva de entre la tierra para embellecer los paisajes. Observamos también aquellas pinceladas rojizas que cubren el rostro de la mujer y encuentran lugar en la parte superior de su abdomen connotando claramente la violencia, la muerte, la crueldad que se vivió (y se vive) en Colombia, país representado por aquellas elevaciones que representan la Cordillera Central, Occidental y Oriental (subdivisiones de la de los Andes), porque la violencia en ese entonces bañó (y baña) con sangre a diestra y siniestra todo el territorio nacional.
En la parte superior nos fijamos en aquella tonalidad clara, café clara, que en la parte derecha tiende a oscurecerse un poco. En general, esta mitad representa la esperanza que guarda el autor de la paz para Colombia, porque a pesar de haber terminado aquella guerra entre liberales y conservadores al momento de ser expuesta la obra, el luto que sacude a Colombia no ha cesado aún, y se vive con más intensidad en los ambientes rurales. Quizá aquellas partes más oscuras de ese cielo claro representen una esperanza que se va perdiendo, mientras que las otras más iluminadas simbolicen una esperanza viva, el deseo de hacer algo para que la situación cambie. Y como no, aquel horizonte hace alusión también al esplendor de nuestros relieves naturales que baña con su pureza, luz e ilusión las cumbres de nuestras montañas.
El hecho de que una mujer sea aquella figura yaciente, con su cuerpo ensangrentado, desnudo y desmembrado, quizá invoque la violencia contra la mujer, la falta de respeto por sus derechos e infiera en el hecho de que Colombia haya sido uno de los últimos países de América en darle a la mujer el derecho político al voto (1957) y su derecho a la ciudadanía (1954), y nos invite a reflexionar sobre la vida de aquellas damas que se vieron sin posibilidad de tomar decisiones para ayudar a su país, y la impunidad feroz que existía (y aún quedan remanentes de ella) contra la violación de sus derechos humanos en una nación sumida en el crimen, que más interés ha puesto en la muerte que en el desarrollo social y económico para todos sus ciudadanos sin discriminación alguna.
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